Publicado: 30 de Agosto de 2017

  • El primer contagio

Según los últimos datos proporcionados por la OMS, cerca de dos terceras partes de la población mundial menor de 50 años está infectada por el virus del herpes simple (VHS-1). La mayoría de estas personas padecieron la primoinfección, el primer contacto con el virus, durante los años preescolares, por lo que es bastante común que los más pequeños de la casa presenten síntomas relacionados antes de los 6 años de edad.

Al tratarse de un virus altamente contagioso, que además presenta un porcentaje tan elevado de la población, pueden padecerlo igualmente a pesar de las medidas preventivas, que aun así debemos intentar que lleven a cabo. Por ejemplo, no compartir vasos o cubiertos con otros niños en la guardería, lavarle bien las manos y los juguetes tras su uso, evitar los besos con personas que presenten síntomas visibles, etc.

Una vez que se ha producido este primer contagio, el virus no se eliminará sino que permanecerá de forma latente en el organismo, pudiendo manifestarse en caso de inmunodepresión. Por tanto, el niño u adolescente no se ha contagiado cada vez que presenta alguno de los síntomas, sino que ha convivido con ciertos factores desencadenantes que actúan reactivando el virus, como por ejemplo una prolongada exposición solar.

  • Cómo se manifiesta

Podemos identificar fácilmente el herpes labial con la aparición de unas pequeñas ampollas en la zona de los labios, que posteriormente se convierten en úlceras que acaban resecándose conformando las características costras de color marrón. Antes incluso de la primera señal visible, nuestro hijo puede sentir una sensación de picor y quemazón en los labios, lo que nos puede servir como primera pista para identificar la infección.

Eso sí, en el caso de que estemos hablando de la primoinfección ésta puede llegar a desencadenar la llamada “gingivoestomatitis hepática”, una enfermedad que suele presentar fiebre alta, inflamación de los ganglios y de las encías y babeo, entre otros síntomas. Además, las reconocibles ampollas y úlceras no sólo se manifiestan en los labios y alrededor de la boca sino también en el interior, pudiendo ocasionar un fuerte dolor que implica, a su vez, que los más pequeños de la casa no quieran comer. A partir de ese momento, en los sucesivos brotes del virus, los niños y adolescentes ya no sufrirán la fiebre como consecuencia aunque sí puede ser que sea el factor desencadenante de la reactivación.

  • Cómo tratarlo

En la infancia. Es importante que lavemos bien la zona afectada a diario con agua y jabón. También podemos aplicar un cubito de hielo para frenar el desarrollo de la infección y ayudar a acortar los síntomas aplicando un algodón empapado en alcohol sobre la zona afectada, lo que ayudará a resecar las ampollas. Además, no debemos taparla sino dejarla siempre al aire libre y usar protector solar para prevenir su reaparición. En el caso de gingivoestomatitis hepática, debemos consultar al pediatra el tratamiento específico a seguir, que posiblemente incluirá fármacos como el paracetamol y anestésicos locales.

En la adolescencia. Además de los cuidados descritos para la reacción común durante la infancia, a partir de los 12 años es muy útil usar un tratamiento tópico antiviral que ayude a tratar los primeros síntomas, deteniendo el virus y ayudando a reducir su progresión a ampolla. La crema, que contiene Aciclovir e hidrocortisona, ha de aplicarse ante los primeros síntomas cinco veces al día durante los primeros 5 días.